Madera
tallada, plateada y dorada. Escuela castellana, primer tercio
siglo XVII.
0,785 x 0,540 x 0,360 m.
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SAN SEBASTIÁN
Relicario
de San Sebastián.
Medio cuerpo.
Muy joven, casi adolescente.
Atado a un árbol como símbolo de su martirio.
Sostiene la palma en la mano izquierda en recuerdo del triunfo y la victoria.
El brazo derecho cuelga inerte.
Quedan huellas de las flechas perdidas.
Se trata de un buen relicario.
San Sebastián nació en Narbona a mediados del siglo III. Desde muy niño fue un gran cristiano.
Entró en el ejército romano con la intención de ayudar a los confesores y mártires que eran perseguidos en aquella época.
El prefecto de Roma se convirtió al cristianismo tras escuchar hablar a San Sebastián.
El emperador Diocleciano le nombró capitán general de la guardia pretoriana por sus grandes cualidades. El palacio imperial se convirtió en el mejor refugio para los cristianos gracias a San Sebastián.
Al descubrir la religión de San Sebastián y todo lo que estaba haciendo en favor de los cristianos, el emperador, que había confiado plenamente en él, lo condenó a morir a manos de los arqueros. Le dispararon flechas hasta darlo por muerto. Por suerte, fue encontrado vivo por Santa Irene, que le cuidó hasta que se curó. Una vez recuperado se fue donde el emperador y, sorprendido de verle vivo, ordenó que fuera golpeado con garrotes hasta morir y arrojado a la Cloaca Máxima, el lugar más inmundo de Roma. Los cristianos recuperaron su cuerpo y le dieron sepultura.
Fiesta:
20 de enero.
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